viernes, 26 de febrero de 2010

Artículo: Piratas del Mediterráneo Americano


“¡Al abordaje!”

Aprestad sables y cañones para abordar una de las manifestaciones sociales más recurrente a través de la historia y uno de mis temas consentidos: el de los piratas, en este caso, en el Mediterráneo Americano, el cual, en términos de un grande de la geopolítica iberoamericana, Antonio García de León (UNAM), abraca las regiones de El Caribe, el Golfo de México, y el Atlántico, donde principalmente se incluyen las Bahamas, las Antillas y la costa oriente de Florida (1).

Escenarios.

El termino de piratería se atribuía a todo aquel “ladrón que anda robando por la mar” (2). Originalmente este fenómeno se dio en mares mediterráneos, aquellos que, en términos de distancia y tiempo, podían enlazar costas diferentes con tecnologías de navegación relativamente simples. Podríamos comenzar con ejemplos como la comunicación oceánica que, con propósitos de depredación y conquista, ejercían los temidos Caribes de Venezuela hacia las grandes Antillas, incursiones que implicaban el establecimiento de una base territorial que podía ser continental o isleña. Esta clase de escenario, fuese bélico o pacifico, se convirtió en un punto de cruce para las regiones costeras, conectando diversos pueblos y sociedades con diferencias culturales. Los préstamos interculturales que esto implicaba y los constantes mestizajes fueron consecuencias del intercambio comercial que floreció con mayor intensidad en esas costas próximas, manifestado principalmente en la artesanía de dichas naciones.
El paradigma del “viejo mundo” y, en cierto modo, el antecedente de la piratería en nuestro Mediterráneo Americano, lo constituyen dos escenarios. Uno, en el cual no insistiré mucho en este artículo, es el llamado Mar Mediterráneo “euro-africano”. Con la costa africana al sur y la europea al norte, se conformó un territorio de intercambios, de imperios y de piratería documentada desde tiempos tan antiguos como la época de Homero. Precisamente esta condición “fronteriza” entre culturas o entre políticas ha sido la más propensa para las actividades piratas de toda índole, incluyendo una de la que escribiré más adelante, que es el contrabando.
El segundo escenario mediterráneo, menos documentado por los registros historiográficos pero más decisivo para la evolución de la piratería golfo-caribeña, es el conjunto constituido por las cuencas del Báltico y el Mar del Norte. Desde el 789 dC. las incursiones de los piratas vikingos provenientes de Escandinavia asolaban las costas Británicas y las de Europa Occidental, llegando a tener bases incluso en el Mediterráneo. Los asentamientos normandos en las islas y en el norte de Francia determinaron no sólo el carácter de esos pueblos, sino la continuidad del oficio de pirata en la medida en que la economía y el comercio se desarrollaban.
En 1241 se creó, a iniciativa de Hamburgo y Lubeck, la Liga Anseática que por primera vez integraba a una serie de ciudades a lo largo de la costa norte europea en una unión comercial. El florecimiento resultante, en cierta forma, estimuló la piratería. Los piratas normandos asentados en Inglaterra no dejaban en paz a los barcos de la Hansa, cuyos comerciantes no dudaron en armar flotas de mercenarios que no tardaron en ejercer el oficio que combatían, sobre todo cuando los ataques de los piratas iniciales languidecían.
Cuando Inglaterra se integraba a las líneas del comercio marítimo, no tardó en sufrir los efectos de la piratería en sus propios mares. El Canal de la Mancha se convirtió en el dominio de los “caballeros del mar” que, protegidos por los poderes ingleses o atacados por éstos ponían en jaque a la navegación tanto inglesa como la proveniente de otros países.

En tales periodos largos, en esos lapsos de larga duración es evidente que la piratería sufrió muchos cambios. No era lo mismo un pirata normando que caía sobre una pacífica aldea inglesa que una organización bien consolidada, premisa inmediata en la organización del comercio mundial. Entre una y otra figura existen más diferencias notables en los fines que en las técnicas de robo, éstas han mantenido sus constantes a lo largo de los siglos, tales como las formas de abordar una nave y el terror a la hora de intimidar a marinos mercantes y pasajeros. En la próxima entrada encontraremos que existen otros elementos comunes en lo que a la piratería se refiere, al menos hasta hace pocas décadas, y para resaltarlas veremos las diferencias con sus homólogos de tierra, es decir, los bandidos.

Bibliografía:
(1) Antonio García de León. El Mediterráneo Americano: Génesis de una cultura. XXVII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, “El Mediterráneo americano: población, cultura e historia”. Sociedad Mexicana de Antropología, 2004.
(2) Diccionario de Autoridades. p.282. GREDOS 2002.