miércoles, 28 de abril de 2010

Artículo: Piratas del Mediterráneo Americano


(tercera parte)

Los Corsarios

Fueron llamados corsarios los piratas que poseían una “licencia” otorgada por su gobierno. Es muy posible que dicha patente haya tenido como antecedente la llamada “comisión de represalia” instituida por el gobierno de Eduardo I de Inglaterra “Longshanks” (1272-1307) por lo cual, los mercantes agredidos podían recuperar sus pérdidas atacando a otros mercantes del país originalmente atacante. Ya hemos aludido a los mercenarios de la Hansa; un par de siglos más tarde estos tendrían su equivalente en la piratería inglesa.
La “patente de corso” era la autorización que los Estados europeos, enemigos del imperio español, concedían a diversos piratas, quienes, con ese aval, no sólo agredían los intereses españoles (sobre todo cuando este país se encontraba en guerra), sino que también rompían el uso exclusivo de las rutas de navegación que los españoles teóricamente poseían. Así, ante la imposibilidad de un comercio legal, la piratería se agenciaba recursos, sobre todo de metales preciosos, que invariablemente iban a parar a las arcas de los Estados que apadrinaban la actividad del corso.
El elemento político en este caso es evidente. La actividad corsaria podía aumentar en la medida en que los conflictos diplomáticos entre las naciones se agudizaran. Un ejemplo de esto lo constituyó la guerra entre Carlos I de España y Francisco I de Francia, por lo que la presencia corsaria francesa aumentó en el Caribe. Por lo demás, los conflictos entre Enrique VIII (1509-1547) con el papado (y con España a consecuencia de su divorcio de Catalina de Aragón) impulsaron la actividad corsaria en las colonias españolas. Tal actividad se redujo en el reinado de María de Tudor (1553-1558), esposa de Felipe II, más interesada en reconciliarse con el catolicismo. La política cambió con el reinado de Isabel I (1558-1603) y su política anglicanista y libre cambista, que condujo a la derrota de la Armada Invencible del monarca español en 1588, con el consecuente predominio marítimo inglés. En fin, con Jacobo I (1603-1625) se hace de nuevo la paz con España, con lo que la actividad corsaria nuevamente decae como tal.
Dentro del fenómeno estrictamente corsario se destacan varias personalidades. En primer lugar Sir William Hawkins y su hijo John. Estos introdujeron una modalidad que fue el tráfico de esclavos africanos y el comercio de los colmillos de marfil, primero al Brasil y luego a las islas antillanas y costas de Tierra Firme. La reacción española ante estos corsarios propició su huida a La Florida. Un temporal los empujó a las costas de San Juan de Ulúa, en donde las autoridades, creyendo que se trataba de la flota que traía al virrey Martín Enríquez, formaron una comisión que, una vez a bordo de la nave capitana, fueron tomados como rehenes. A la posterior llegada del virrey, las negociaciones establecidas dieron la libertad a los prisioneros a cambio de que se dejara partir a los piratas. Sin embargo, una vez liberados los rehenes y partido el virrey a la Ciudad de México, las autoridades españolas persiguieron a los piratas y los derrotaron, haciendo prisioneros a unos sesenta piratas, mismos que fueron enjuiciados por el Santo Oficio, no tanto por piratas, sino por luteranos, contrarios a la religión católica; este ingrediente religioso de los piratas lo abordaremos en la entrada siguiente, dentro del tema de los bucaneros.
Regresando a los saqueos corsarios, estos fueron muy numerosos y sería imposible hacer una lista de ellos. Célebres fueron el de 1540 a la Isla de Puerto Rico, en 1541 a la costa de la actual Colombia (puerto de Barburate), en 1544 a Cartagena de Indias, en 1554 a Santiago de Cuba, en 1555 el francés Jacques Soré tomó La Habana con 200 hombres.
Quizás el pirata más conocido en esta categoría lo haya sido sir Francis Drake, no sólo autorizado, si no también ennoblecido por sus servicios corsarios a la Corona Británica. Comenzó en 1530 bajo las órdenes de Hawkins. Tal vez haya sido el único pirata que haya actuado en el Pacífico, saqueando Valparaíso, El Callao, Panamá e incluso las costas de Huatulco. En plan corsario Drake dio la vuelta al mundo y fue hecho caballero por la reina Isabel, muriendo de una disentería cuando se disponía a atacar Portobelo en el actual Panamá.


Bibliografía:
Manuel Lucena Salmoral. Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros. Editorial Síntesis, 2005.
Antonio García de León. Contra viento y marea. Los piratas en el golfo de México. Plaza y Janés, 2004.